¿Me meto o no me meto?

Enrique Santos Discépolo más que componer y cantar tangos era un moderno Nostradamus que perdura en el tiempo, hasta tal punto que los siglos no pasan por su «cambalache».

The Library of Congress Wreck of teachers train (LOC)

The Library of Congress
Wreck of teachers train (LOC)

Llevaba yo una temporada ocupado con otros menesteres para mí más urgentes que cultivar mi visibilidad en la red, mi marca personal o como quieran llamarlo; pasando de puntillas o como contaba Gila, decidiendo si «me meto o no me meto».

Pues bien, al final me meto pero poquito, hartito como estoy de que me partan la cara, no vaya a ser que me sacrifiquen al perro o me cuelen unas preferentes, lo mismo me da si en diferido, en directo desde el Sálvame o a golpe de cajero por la Internacional.
Pero es que definitivamente los palos del sombrajo se han ido cayendo, inhabilitados tal que jueces, dejando al duro sol los brotes verdes para que se sequen sin el abrigo del cierzo, que por si alguien de allende los mares lo desconoce es una de esas pertinaces brisillas que como la sequía borra cualquier memoria, física, flash o histórica.

Las Leyes se han hecho seniles y como diría mi padre han perdido la vergüenza, pues si todos sabíamos que quien las hacía dejaba una puerta trasera para saltárselas, al menos lo hacía de forma sutil y sibilina, sin aspavientos y a poder ser sin publicidad. Igualito que ahora.

Algunos, no sé cuantos y tal vez los menos, nos hemos batido la pana contra molinos durante años sin ser Quijotes, pecando de una juventud (profesional) que cual tambores de hojalata quisimos hacer tardía, incluso creíamos en la bondad del ser, por más que este era leve siendo humano, como también creíamos en el servicio a la sociedad eso si (“si o si”) por cuenta ajena, o lo que es lo mismo en ser útiles vamos.

Aprendimos, desaprendimos, acatamos criterios técnicos que quisimos convertir en sentido común y llegada la noche de los tiempos vimos pasar veloces nuestras vidas (laborales), en un último instante, antes de caer con todo el equipo de la tensa cuerda del futuro, tras salir por la ventana en contra de toda física cuando el dinero dejó de entrar por la puerta (otro misterio para Iker Jimenez).

Pues bien, al final están consiguiendo que cada día me sienta más súbdito y menos ciudadano, porque entre tarjetas negras, veloces locomotoras y otras plagas ya no sé si es un mal porro adolescente del que aún no he despertado o que me he partido la cara contra el muro pintado de horizonte del Show de Truman.

Decía que las leyes se han hecho mayores, todas menos una, porque hace hoy 19 años menos un mes se aprobaba la biblia de la Seguridad Laboral en España y dieciocho años y once meses después sigue siendo demasiado joven para que la respeten; y dejen de convertir en culpables a las víctimas y en víctimas a los culpables.

Consciente como soy de que sin lugar a dudas la culpa de todo la tiene «el coletas», el conductor del AVE o la enfermera del Ébola y que los niños ya no quieren ser “tronistas” que quieren ser consejeros, ya lo ven, me meto… pero poquito, no vaya a ser que, como a Gila, me fusilen dos veces.

“Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé…
¡En el quinientos seis, …y en el dos mil también!”
CambalacheEnrique Santos Discépolo 1934
 

3 Responses to ¿Me meto o no me meto?

  1. icástico says:

    Yo creo que te has metido a fondo (¡qué bueno ese chiste de Gila) y deberías seguir metiéndote, porque a nosotros «nos meten» todos los días. Muy bueno

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